martes, 3 de noviembre de 2015

Silencio sostenido

Morí callada, bajo el laberinto de unas yemas que nunca desvelaron ningún minotauro. Nunca supe del monstruo, pero lo intuí bajo la piel farsante. No dije ninguna palabra mientras mi carne era marcada, cual tierra fincada cuyas profundidas debían carecer por siempre de semilla o feracidad. No supe odiarme para recordar, no encontré ningún sentido en prolongar la búsqueda de mí. Me dejé enredarme entre el fardo que rasguñaba mi alma con sus pinchos sofocantes. Creí disfrutar el calor. Debajo, donde me encontraba, sentía que era un buen lugar para existir y me permitiste creerlo. 

Qué eres. De dónde veniste. Por qué existes. Cuál es tu función. 

Nadie, nunca, inútil, perdón - en silencio. Soy barro sin figura huyendo de un horno maldito, mortal; pero callada. Eres lo que quieres y me invitas al retorcido juego de ser quien yo quiera. Pero es mentira, y lo exclusivo es la impresencia, esa que se comunica a ojos cerrados y lágrimas no relatadas. 

Pero no finjas que nunca me declaré sensible. Porque mi mirada penetró metros humanos, y se alojó entre tu nuca bajo tu cabello, y jamás dejarás de ver mi terror y mi cariño en el fondo de tus arrepentimientos.