viernes, 30 de diciembre de 2011

Auburn bird

El lugar estaba completamente lleno. La gente se esforzaba por ver. Algunos se levantaban sobre algunas de las sillas viejas y baratas que se repartían por el piso antes de que los primeros en llegar las acapararan. 


Una pared del salón se cubría con el escenario. La mitad del escenario se cubría con una ancha cortina vieja, con algunas manchas y quemaduras aquí y allá, hecha de terciopelo escarlata por las dos caras. Al centro del escenario, se extendía una pista larga y no más alta de un metro hacia el centro del teatro, de la misma altura que el escenario, cuyo piso daba a conocer la edad del edificio.


Había huecos en todos lados. Del techo pendían trozos de aislante y lámparas quemadas. De las paredes, jirones de papel tapiz y pintura vieja, y restos de colgantes brillantes. El piso era viejo y descolorido, y la pintura del piso del escenario se despegaba en algunos pedazos. 


El show que me habían prometido estaba muy por encima al aire que daba el establecimiento. Aunque sí me sorprendía lo grande que era, el techo altísimo, las paredes altas. Y el lugar se había llenado paulatinamente, una gran sorpresa para mi. El antiguo teatro, olvidado por toda la gente decente que prefería los nuevos edificios, confería una imagen de cómo se observaba en sus mejores años. 


La iluminación era improvisada, solo algunas luces del lugar funcionaban; los encargados agregaron faros montables. El show estaba cerca.


Mi escepticismo no me permitía emocionarme. Más que mágico, esto parecía un engaño barato con gran publicidad. La gente comenzó a murmurar y las luces se empezaron a apagar. El telón se abrió y, aunque el lugar estaba a oscuras, se podía escuchar el sonido de las poleas de las cortinas. 


Algunas luces se encendieron sólo para iluminar el frente del escenario. En lugar de la pesada cortina de terciopelo, había varias cortinas poco anchas y largas que cubrían casi todo el escenario. Pendían del techo, y la tela era vaporosa y delgada, de brillo barato; tantas tiras de tela no dejaban ver lo que había detrás.


La luz que rebotaba de las cortinas daba un haz rojizo a todo el teatro. Comenzó también una música ligera, con ritmos fluidos y relajantes, que te invitaban a menearte un poco. 


De repente, un brazo salió de entre las cortinas. Un brazo largo, dorado y delgado. Los dedos se movían ritmicamente. Del brazo, siguió un delgado cuerpo, que se abultaba ligeramente en el vientre. La mujer llevaba una larga falda de tela roja que colgaba con gracia con dos aberturas gigantes a los costados que le permitían bailar y que enseñaban sus bellos muslos dorados. Su corpiño apenas cubría lo necesario, pero estaba tan decorado con intricados bordados de oro e hilos escarlata. Los largos cabellos oscuros le caían sobre los hombros, y tras la espalda y la cintura; le brillaba, y se le entreveían algunas trenzas escuetas. En la frente se cruzaba un listón que parecía salido del corpiño, y las colas colgaban por entre las ondas del pelo. La mujer se movía lentamente, levantaba una pierna y la estiraba. Pisaba con los dedos y creaba un bello arco con su cuerpo, las manos las agitaba con parsimonia en el aire. Daba un paso y se convulsionaba hacia adelante con un golpe sensual que provocaba cien ondas en el aire. 


Su baile robó mi consciencia y mi corazón, los míos y los de todos los demás asistentes. Era hipnotizante, y no podía quitar los ojos de ella. La mujer siguió bailando a través del escenario, primero de un lado a otro, y cuando la música se hizo más ensordecedora y cautiva, comenzó a caminar por la pista del centro. Los ritmos crecían y la fuerza de sus movimientos también. Seguían siendo suaves pero fieros y parecía que mataban a cada paso, cada giro, cada vez que se doblaba sobre sí misma, cada vez que sus dedos se agitaban. 


Era tan increíble, y el ritmo seguía creciendo. La mujer danzaba cada vez más fuerte que incluso era difícil seguir sus movimientos: sus brazos desaparecían con la velocidad, y se suspendían en ciertos momentos; sus piernas golpeaban el piso y se balanceaban de atrás hacia adelante, o de izquierda a derecha en un vaivén hipnótico y su abdomen seguía creando las ondas en el aire cada vez con mayor intensidad con sus golpes y convulsiones hasta que la música desapareció en un eco ensordecedor y la mujer desapareció con un último golpe energético en el suelo. 


En su lugar, un hermoso pavo real escarlata alzó el vuelo. Voló con gracia sobre la audiencia en una curva, se alzó hasta el techo en una espiral hasta que las luces se apagaron dramáticamente. La cortina se volvió a cerrar con su rechinido metálico y las luces se encendieron. No había rastro de nada. El show había acabado, y también la emoción que se había creado. Había sido una noche más de teatro cladestino en el centro de la ciudad; y aunque la magia que me habían prometido había estado allí frente a mis ojos y había sido casi tangible, todo había acabado y era hora de desalojar el lugar, que había vuelto a hacer una de sus magníficas presentaciones donde casi vuelve a ser el mismo nuevo teatro de moda.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Siempre yo.

El fin de semana pasado acompañé  mi hermana a un velorio, con su novio. Cuando llegábamos allá, dos amigas de mi hermana iban en el auto. Mi hermana expresaba que le daba pena porque como que no sabía qué decir y se la pasaba mentando la misma frase "Lo siento mucho". Sonreí para mis adentros. 
Una de sus amigas dijo que "Pues qué se hace en esas situaciones." y que a nadie le gustaban los funerales.


"A mí si me gustan" dije, ganándome la tan NO ansiada mirada de WTF con la que he vivido casi siempre. 


Y es que después de ir a los funerales de la casa materna, I love them. Neta, son geniales.


Al principio todos lloran, y luego llega la gente. Con la gente llegan las condolencias y los pequeños recuerdos que hacen llorar más. Pero luego te hacen reír. Luego te ríes de más anécdotas. Luego terminas riéndote con una sonrisa melancólica y creo que es el momento en el que sabes que todo va a estar bien y que las cosas seguirán de una forma lenta pero segura.
Miras a todos los niños jugando alrededor, gritando. Sabes que la vida es así, sin que la muerte detenga el ritmo. La vida sigue allí, para que te vuelvas a subir en la cinta transportadora. Pura belleza.


Aprendí a amar los funerales así, aunque haya ido a múltiples funerales en donde todos son miserables, y hay gritos de dolor... donde he visto morir.
Pero no importa. Porque detrás de todo eso hay amor, y la esperanza de que las personas entenderán que no se trata de odiar a la muerte, sino de amar a la memoria del muerto. Y así, entre otras ñoñerías.


También soy fan de los panteones. Todos los panteones también están llenos de mucho mucho amor. Todas aquellas personas que enterraron a sus seres queridos, que les velaron, que estuvieron allí. Todos los que alguna vez llegaron flores de las que ya solo quedan polvo y cenizas. Amor, le llamo yo.


Yo me siento feliz, siempre que haya algo que me diga que hubo mucho amor aquí. No importa qué. Un nombre, fechas, epitafios.


A veces reconstruyo su vida, el señor cuya esposa murió... Y 15/25 (me falla la memoria) muere su hija de 15 años. Probablemente hija de otro matrimonio, porque no era posible engendrar estando ya muerto, digo. Estar enterrado sobre la antigua esposa de tu padre, kinda funny. Y bello. Un tanto bello de no sé dónde.


Yo no sé por qué, pero cada vez que veo una tumba abierta imagino que trabajar cavando y tapando tumbas debe ser una cosa como que bien bonita. Porque una cosa que la experiencia me ha enseñado es que el último cierre para seguir es cuando se pone el último puño de tierra, o en otros casos, el último ladrillo. Es como escuchar el candado tras la puerta cerrada. Un jardín sin llave.


Y yo, no sé, me cae que está bien bello todo eso.


"Y tú, estás bien tonta para los velorios." Le dije a mi hermana. En realidad yo también. Pero una sonrisa siempre funciona. Las palabras, me digo siempre, a veces no importan nada nada.


Y a la muerte, mucho menos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Pants on fire

Alguna vez fui la mejor mentirosa del mundo.

Las demás personas solían buscarme para escuchar mis mentiras. Para verme fingir. Yo les decía todo lo que querían escuchar. Yo les mentía en sus caras, y ellos lo sabían. Supe hacer una vida de ello. De mentir, de fingir, de ser una completa farsante. Era perfecto. Había nacido con ello. Era mi don. Mi secreto. 

La gente me amaba siendo su libro cerrado. Su biblia. La película que nunca ven y no planean ver algún día. Les encantaba ver una caja con una sonrisa, y un par de ojos negros que les gritaba esperanza. Estoy segura de que sabían que todo era una mentira. Preciosas falsedades mías. 

Hay personas que nunca comprenden la joya que puede ser una mentira.

Y todo se volvió tierra y polvo. No, sal. Sal donde nada sirve. Nada crece. Donde todo muere.

Y así, vomité verdades. Bañé a todos de franqueza, terrible franqueza que golpeaba como balas de plomo. Que más que matar rápidamente, envenenaba lentamente. 

Todos ellos se arrastraron a morir en otro lado, uno muy lejano. Lejos de mí. Olvidáronse de mí. 

No he podido dejar de esconderme desde entonces. Algo sucedió y arruinó mi vida. No puedo lograr el silencio. No puedo porque siempre he de decir la verdad. Una verdad de lágrimas, de sufrimiento, de pena, de culpabilidad y de muerte. Es nuestra verdad, y no la puedo sacar de mi lengua y labios. Debo esconderme para no repartir la soledad y el dolor. Porque no he olvidado la felicidad que algún día repartí. Y la justicia que aún reina dentro de mí no funciona así.

Quiero poder fingir de nuevo.
Quiero volver a ser lo que fui.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Un

Ya sé que ya no estoy acá. No me molesta estar de nuevo en la vida real. Pero no me olvido.
La pregunta de todos es la pregunta más boba, de verdad. 
Sí, lo único que necesito es la vida en una maleta, aunque sea prestada. Todo pertenece a los demás, todos los recuerdos son suyos.
A veces beberé en nostalgias y tristezas, y seguiré mi camino adelante. 
Mi techo es el cielo, llevo el hogar conmigo siempre. Vivo en el viento. Que me abrace mi mente.
No llueve nunca en mi vida, porque en la piel no llevo las goteras. 


Son preguntas bobas, lo repito. Porque si he sabido hacerlo es porque nacimos para hacerlo. Nacimos para decir adiós. Nacimos para marchar.
Queda todo un mundo por comer.

domingo, 23 de octubre de 2011

Nightfall

Dile que no a la luz. Sé que te tendré en la noche, cuando sea haga la oscuridad, como la última vez que te fuiste. 
No paso los días trabajando, no canto, no hago nada, te espero. Me siento a mirar el lugar por donde entrarías caminando, pero solo está el sol. No llegas, el sol se queda.


He pensado en ti. He buscado en tu cama, en tus fotos, en mi corazón. Ya te habías ido. Solo estaba el sol.


El sol de noche. Sol, que no me dejas dormir. Sol, que me abres los ojos. Sol, que me dejas ciego. Sol, que me confundes. Sol, que me quemas. Soledad, que no me quieres. Sol de medianoche.


Ya no te espero. Seguí al sol.

domingo, 2 de octubre de 2011

Darling

Cuando entré a la sala, Agnes saltó de una de las camas y se escudó detrás de mi, era un metro y cuarto más pequeña que yo.


Cuatro enfermeras, el médico y un par de pacientes la rodeaban.


- ¡Aléjalos de mí! ¡No quiero, Mario, no quiero!


El médico sostenía una jeringa. Comprendí. Agnes estaba allí desde la mañana, estaba enferma aunque aún así lograba sacar fuerzas para defenderse en contra de una aguja.


- ¿Qué es? - pregunté. 


- Dipirona. Aún no se deshidrata. 


- Agnes, - le dije a la niña sin voltearme por completo - ¿Sabes que te vas a sentir mejor con eso, verdad? Lo necesitas.


- Pero me va a doler y ellos insisten.


Agnes era terca. Siempre lo había sido, desde que llegó. Desde la muerte de su padre, nada jamás volvería a salírsele de las manos. Calculaba todo perfectamente, pero era tan inocente como todos los demás niños de su edad. Era tan pequeña... Dije a las demás personas que volvieran a su trabajo, pero indiqué con gestos a Dan, el médico, que se quedara cerca.


- Pero ya te duele, Agnes. ¿Qué más da un poquito más de dolor para que después no te duela más? - le dije, esta vez enfrentándola a cara. Tuve que agacharme sobre mi rodilla para llegar a su altura. La sala estaba en paz de nuevo, los demás en sus camas, las enfermeras atendiendo las dos largas hileras de camas.


- Es que no quiero, Mario. 


Se tocaba el vientre de nuevo, y sus ojos se llenaban de lágrimas al mismo tiempo que arrugaba la frente en señal de dolor. La niña vestía su bata de dormir, blanca con patrón de pequeñas flores rojas, la misma bata que las demás. Su corto cabello café claro estaba apagado y sin peinar. 


- Ya está, entonces. No vamos a hacer nada, Agnes. No va a pasar nada.


Le venía una punzada al estómago, así que la tomé en mis brazos para sostenerla en el aire, levantándole un poco la bata al hacerlo. 
La abracé mientras le decía que todo estaba bien. Recosté su cabeza en mi hombro, le repetía que no iba a pasar nada al oído, como si fuese una canción de cuna. Dejó los brazos pegadas a su pecho, estaba fría. Froté su espalda para que entrara en calor, subí un poco más su bata, bajé un poco los interiores. Subí las manos de nuevo. Toqué su nuca, acaricié su cabello. Bajé mi brazo hasta la mitad de su espalda, la atraje más hacia mí. Llamé a Dan de nuevo. 


- Todo va a estar bien. - Dije por última vez, le sostuve fuerte la espalda con una mano y las piernas con la otra. Dan fue rápido, pasó el desinfectante, la aguja y el líquido en menos de tres segundos. Agnes apenas pudo moverse bajo la opresión de mis brazos, era demasiado pequeña y estaba cansada.
Sólo lanzó un grito contra mi cuello. 
No hubo sangre. Le acomodé la ropa mientras Agnes lloraba contra mi bata blanca. La enredé en una sábana, y me doblé para acomodarla en su cama.
Antes de levantarme para ver sus ojos llenos de traición y dolor, me acerqué a su oído y, al igual que la canción de cuna improvisada, le susurré:


- Lamento haberte mentido.


No sería la última vez. 

martes, 27 de septiembre de 2011

Así, de signo

El mejor ángulo que nadie nunca mostró.


Cae desde el cielo, el rayo que jamás estuve esperando. El gran rayo que recogió del suelo para volar, volar en círculos y alimentarme del viento.


Vino y no recuerdo lo que dijo porque eran dos diferentes revoluciones y era  magia, magia de la más ordinaria, desde tu alma, desde más allá de las letras que podrán existir. 


Sostendrás la luz sobre mis sueños sin esperanza, será pronto el elupimiento, caerás a mi costado con tus restos en mis labios, caerás cuando todo lo demás termine y estarás allí,
¿lo verás?


Y cantaremos montados en el rayo hasta el final.


To the biggest of hops.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Vida, resumida

Leí que no debemos enseñar a nuestros hijos a evitar los problemas, sino a superarlos.


En mi vida, eso puede ser traducido a:


En vez de decirme que me cuidara de que no pegaran chicles en la cabeza, mi madre debió decirme que se quitan con aceite de bebé.

sábado, 3 de septiembre de 2011

September first


Lamento la tardanza y me siento culpable. Por eso vine a traérles esta mega historia para que se contenten.
Desgraciadamente, no es una historia, les narro mi jueves anterior. Todos sabemos lo geniales que son los 1ros de septiembre. ¿NO? Bleh, muggles. 
(También los 2dos de septiembre son geniales, love and thoughts to Kabancito)

Todo comenzó con el despertador. De la del cuarto vecino. Ella despierta, usa el baño, no quiere prender la luz. Regresa a su cuarto, y me da igual escuchar los ruidos. No sabe que me es indiferente lo que haga, no me molesto. Ahora es mi despertador. ¿Y si mejor me voy en una hora? ¿Y si no? ¿Y si decido irme en una hora y termino yéndome muy temprano? Duro más de media hora pensando. Durmiendo. Despertando de nuevo. Al final, decido apagar el despertador y prender la luz. Miro el techo. Me levanto y me visto. Voy al baño, regreso. Me peino. Me peino más. Doy un par de vueltas. Me vuelvo a peinar. Lavo el plato de anoche. ¿Desayuno? No. Arreglo mis cosas. Vuelvo a peinarme. Me cuelgo la mochila, me la descuelgo. Ok, me voy. Aún es temprano. Ya no tengo nada más que hacer. Salgo, ¿Lloverá? ¿Regreso por mis botas rosa ñoño? No, las nubes están altas, seguro pasa como la otra vez. Voy en el camino, compro una dona: “Mire, para pagarle el peso que le debía”, seguro ni recordaba que le debía un peso. Guardo la dona. Camino hasta el camión. Tomo un camino ligeramente diferente: Ya no veo a la de las gelatinas (cuya amiga será gorda).

Llego muy temprano, antes que la maestra. Fleur, le digo yo. Phlegm, se corrige en mi mente, automáticamente. Miro a todos lados, ¿Qué hago? Me asomo a las bancas de letras (afuera de la dirección, no que estén hechas de letras), J está allí. Le saludo, está copiando lo de francés. Perpendicular, está Ela. Me pregunta qué hago tan temprano en la escuela. “Servicio” contesto. Pienso en que no me molesta despertarme tan temprano para ir a servicio, es genial. Me empiezo a comer la dona. “Deja de comer” demanda Ela. Le ofrezco dona, no quiere. Al final, ya no quiero, la vuelvo a guardar. Llega Fleur. Phlegm. Digo hola, aviento la mochila, salvo la pizarra, decido ir a comprar agua. Cuando voy caminando, me doy cuenta de que en la acera de enfrente viene caminando una señora jalando a una niña. La niña vestía medias cortas (leggins pues), un chamarrón. La señora vestía un saco sobre algo que parecía una pijama. Eso solo lo miras en alguien que va a la escuela a llevar a sus hijos, ¿a la escuela, caminando, en pijama? No podía ir lejos. ¡LA PRIMARIA FANTASMA! Decido seguirlas con la vista, cruzo rápido sin que me atropellen, corro casi. Me sitúo en la otra acera, efectivamente, entran a la escuela. Volteo y veo más niños en el piso de arriba que se alcanza a ver sobre la entrada. Todos llevan chamarrotas (ni siquiera hace tanto frío, creo) y se ven totalmente diferentes. Comprendo: la escuela no usa uniforme. OMFG!!! Descubrimiento épico. EPIC I SAY! No puedo ni lograr cerrar la boca. Lo bueno es que hace frío y no hay moscas. Me obligo a girar, ir a la tienda. Pedir el agua –anonadada aún-, pagar. Regresar, con la bocota abierta. Caminar los escalones de piedra, y luego los otros escalones raros hasta el salón, todo con la bocota abierta. Doy un par de vueltas, no puedo creerlo. ¿Individualidad? Tengo que volver a leer Rebelarse Vende. It’s. Just. Not. Right. Escucho maldiciones a lo lejos: “Sí, se cayeron, casi todas tuyas.” le digo a C. De las letras que yo pegué, solo la O no resistió. “Horari” marcaba el pizarrón ahora. Entramos, buscamos cinta, nos rendimos, las pegamos tal cual. Vuelven a pegar, espero que mañana no tenga que regresar a pegarlas. Entramos de nuevo al salón, salimos para no interrumpir la clase. Afuera platicamos nomás. Vemos algo que parece un murciélago. Descubro un reloj de sol: no de mucha ayuda con este cielo cerrado. Al rato, regresamos, platicamos un rato dentro del salón con Phlegm. Nos dice que ya hay Internet, que podemos usar su computadora si queremos. No queremos mucho, aunque extrañaba al Internet. Indagamos si hay algún ratón en el lugar, hay sonidos raros. Phlegm se pone a hablar con un señor, intentamos convencer a Pp y a J de que vayan por gorditas de miga. Muero por gorditas de miga.  También, jodemos las películas que están por allí. Son geniales, queremos esa y esa y esa… Al rato, nos dice que ya es todo. De todos modos, ella iba a irse a las 10. Mi servicio de cuatro horas se convirtió en una hora. Genial. Nos vamos, queremos gorditas de miga. Pero se pierde Pp, el principal. Carajo, queremos gorditas de miga. J nos manda al demonio. Al final, no sé por qué, decidimos ir a la casa de los lamentos. Pareció buena idea. Quedan más de dos horas para la clase. Nos salimos por el otro lado de la escuela para informar a Pp, pero allí solo hay puercos. Dos, uno grande y otro chico y manchado. Bien, M y Ess (las chavas nenas) encuentran a Pp, decimos que vamos al museo, y nos vamos. Nos regresamos hasta la biblioteca y nos vamos derecho. Derecho, y allí está otro museo: cerrado. Chafísima. Seguimos a un señor y sus burritos, bajamos unas escaleras, llegamos a la carretera. A mi no me gustan los autos a alta velocidad ¿Y si tomamos un camión? Pero, bleh, un camión para esa distancia es absurdo. Así que seguimos caminando siguiendo al de los burros, y rápido llegamos. Está cerrado, pero seguro no tardan en abrir, así que esperamos. La señora de la tienda sale y nos pregunta si venimos al museo, para llamarle al señor. Corre y llama y nos dice que no tardan. Efectivamente, llega un chavo (el mismo chavo que vimos el lunes allí fuera del museo, vestido bien acá) y baja y nos pregunta si venimos al museo. Prepara todo y ya está listo. Entramos y empieza a contar la historia. No escucho nada, me distraigo con los detalles, y hay muchos. Después me doy cuenta que no es museo, es de esos para asustar. Lámpara que se mueve sola, checked. Video disque tenebroso, checked. Fotografías geniales, checked. Fuente/pasadizo, checked (nice touch).  Restos de personas, checked. Busto que habla, checked (nicey guys!). Hipermegaprimersusto, checked. Detalle personal que sólo allizzia nota, checked. PINCHEEXTRASUPERMEGAMACHINPERRÓNSUSTO, checked. Ela me pisa en su sustote. Más susto, cosas interesantes. Relacionarse con el guía. Sentir que ahora te dice la verdad. Preguntar. Último susto, checked. Pobre Ela, la obligué a salir.
El guía sale con nosotros, nos pregunta de donde somos, si somos estudiantes, qué estudiamos, lo adoro. Nos lleva casi de la mano al otro museo y nos consigue descuento. I could kiss him. En fin, en el otro museo, al pobre se la hacen de pedo pero al final todo sale bien. Vemos una oruga, la adoramos, nos hipnotiza. El chavo buena onda la pisa sin querer. Sufrimos, pero reímos histéricamente C y yo. Hay un triángulo grandote. Descubro que el chavo no nos comprende, le falta “a core” diría el tipo sin cerebro.
Entramos al museo con un grupo turístico. No está tan chido el museo. Me pego en el dedo con el vidrio de una vitrina: estúpido. Es la antigua casa de un inquisidor. Me doy cuenta de que Inés no tiene la culpa, los españoles son malvados. Hacemos un desmadre con las propinas, pobre Pp. Nos tomamos fotos. Debemos regresar, faltan 20 minutos. Corremos, casi. Llegamos temprano. Hablamos de películas. Entramos a clase, al profe le duele la banza. Da la clase, nadie sabe nada, nos condena a leer. Le decimos lo del coloquio. Salimos de clase, vamos a comer. Comer, oh, comer. La comida me supo a gloria, no pude comer todo. Había gelatina.
Regresamos, esperamos a que llegue Ken. No llega, no llega… Al final y por fin, entramos al salón para la clase con Ken. Nos dice que qué queremos aprender. ¿Italiano, no? Bueno, después de hacernos bolas, nos enseña a presentarnos (un fiasco), quiero los meses y los números y los días de la semana… Me manda al demonio. Bien, el otro J se une a la clase.
Al salir, nos vamos a la reunión que debimos tener hace MUCHO tiempo, gracias por el aviso. Si, es para abrazarnos y querernos. Ela quiere que la abracen. Le urgen abrazos. Los necesita. Pero nunca llega la hora de abrazos. Simplemente nos compartimos bien poquito. Nos dice que quiere cambiar de lugar, a mi me da igual pero me da flojera averiguar donde es. De todos modos, la sig. semana es el coloquio-vacaciones.
Cuando salimos para descansar por unos minutos, está lloviendo. ¡Yay, llueve! Pp informa que arriba, el patio, debe verse genial. “¡Vamos, Pp, yo lo quiero ver!” Y lo empujo y corremos y corren todos y vamos y es verdad, la lluvia es hermosa y cuando sientes las primeras gotas sobre ti es como la belleza tangible y te ríes como idiota y te pones a correr por la lluvia, subes los escalones, tómenme una foto en el pozo como singing in the rain. Salpicones, mojadas, cayó en el charco, todos corremos bajo la lluvia y reímos. Al rato volvemos a entrar a la reunión, sonrío como estúpida. No sé que tanto se dice, yo voy a italiano, a ver cómo le juegan los horarios.
Nos vamos pues, y nos dirigimos al camión charqueando. Soy bien feliz porque llueve y se forman los arroyos del Guanajuato de siempre.
Ed llora, la pobre se acongoja de su control. Sí, terrible, face it like a man! Todos lo tuvimos que hacer, ¿no? Nos subimos al camión, y hablamos de lo mal que lo hemos pasado.  Al bajar, viene Pp, Ann, Ela y yo. Venimos jugando, charqueando, la lluvia es genial. Corremos alhóndiga arriba. Somos bien felices, allizzia salta como conejo y aterriza en los charcos. Se ríen de mí pero es que la lluvia se lo merece. Guerritas de agua y madres que todos terminan bien mojados. Acompañamos a Ela, no la ha dejado el gran elevador. Intentan mojarme, pero no pueden lograrlo. Ann y Pp se despiden frente a mi cuarto, después de ver los animales de las ventanas del veterinario.
Yo entro feliz, saltando. Ralalarala, canta mi cabeza, lalaralarara.
Escribo la mitad de esto, y me baño: el agua está caliente.
Dios, tú si sabes cómo darme esos días que no debo olvidar, ¿verdad?


Si hubiese podido ser mejor, Kabán y yo hubiésemos montado el tren en la plataforma 9 3/4. Really.
O todo lo anterior pero con Kabán allí... Ok, voy a dejar de divagar...

jueves, 28 de julio de 2011

Mitomanía.

Todas las historias cuentan cómo el suicida se arrepiente; y cuando es salvado, agradece.


¿Y si el suicida realmente quería morir, y sigue queriendo morir después de salvado?



miércoles, 20 de julio de 2011

Estaba leyendo...

Como de costumbre. En fin, estaba leyendo esta lista: 1000 characters, y me sentí muy identificada en una parte. Definitivamente porque soy una idiota, me gustaría tener 4 gatos (preferiblemente con lazos sanguíneos... entre ellos, no conmigo), estoy un poquito loca (con las voces y los cambios de humor y eso) y la neta es que platicar mis sueños es genial.

Ayer tuve un sueño multigenial.

Estábamos en la escuela, era una escuela muy pitera-pobre, los salones se miraban como si fueran locales, en vez de puertas eran cortinas de metal. Adentro los bancos eran de diferentes colores, materiales y tamaños. El pizarrón era tan viejo que ya no se podía escribir sobre él. 

Eso no importa, porque en mi sueño nunca llegué a usarlo. Hubo un enfrentamiento frente a la escuela hasta que finalmente fue tomada por los... lo que hayan sido. 
Ahora que lo pienso, saber si eran malos o buenos, está cabrón.

En fin, estos cabrones llegaban, eran unos prepotentes, tenían armas... y bueno, nosotros, un montón de adolescentes, también prepotentes. Todos estábamos viendo qué pedo, los maestros salieron a intentar "protegernos" como en las películas pero los mataron mucho antes. Nosotros no nos dimos cuenta. Como humanos nos empezamos a pelear. Como tengo la mala suerte, me tocó el ProfesorLonganiza insultando a alguien. Lo primero que encontré al voltear al frente fue un arma en mi frente. Una brillante, pequeña y reluciente arma plateada. "Lo siento" murmuré entre dientes, al maldito tipo que bien pudo ser el que estaba empuñando el arma. Estaba gordo.

Los cabroncitos luego nos explicaron que allí nos íbamos a quedar, así de huevos, y que el que se quejara, ya saben, y que el que desobedeciera, ya saben, y el que... Bueno, ya tienen el punto. En mis sueños no suelen haber palabras, solo telepatía (y movimientos de boca, no sounds), así que no me molesten.

Allí nos quedamos días, semanas, yo no sé, era un sueño. 

Nos alimentaban poco, abusaban de nosotros, nos hacinaban en un cuartito que se volvió todavía más insalubre con el tiempo. Nos enfermabamos. Poquito, nomás. 

Yo seguía con el enojo hasta la garganta, más abajo no porque sino se me ahogaba. Me refiero a que había estado lloviendo, y se había inundado un poco el lugar. Y con un poco, me refiero a 60 centímetros de agua no-tan-sucia. Así que estaba muy enojada... 

PanchoVilla enojada.

So, me puse a alborotar a los demás... We needed revolution. We needed WAR. 

Ajá, la neta es que yo creo que todos teníamos hambre, así que poco a poco fuimos robando armas de los idiotas que nos tenían allí encerrados.

Desgraciadamente, esos cabrones estaban decayendo y no nos dimos cuenta. Se peleaban entre ellos, también tenían hambre y frío, los demás insurgentes no les pelaban porque estaban muertos, semimuertos o perdiendo la lucha... Ya no había comida... Estaban igual de jodidos, vaya...


El día que decidimos atacar... Los oponentes decidieron atacar también. 

Se reunieron bajo la lluvia y nos miraron solemnemente -un montón de muchachos con armas- pusieron sus pocas armas contra sus sienes...

"¿Saben que si hacen esto, todo comenzará, verdad?" Preguntamos.

Ellos hicieron estallar sus cabezas. Y nosotros nos abrimos paso entre agua -y sangre tibia- para comenzar la contrarevolución. 

Todo con un perfecto tinte de película del viejo oeste de bajo presupuesto.




A veces odio lo pequeña que me hacen sentir mis sueños.


Por eso lo escribo en letra grande.

miércoles, 13 de julio de 2011

Felicidad.

Recientemente, mi madre encontró una fotografía de mi cuando bebé.


Estoy en los brazos de mi madre, y tengo una gran sonrisa en la cara.


Claramente, estaba feliz. 


Mi madre me la enseñó y lo primero que pensé fue:


"¿Qué habrá sido eso que me hizo tan feliz?"


Me quedé mirando la foto por varios minutos.


Desde entonces, en mi cabeza ha rondado la idea de que si vuelvo a encontrar eso que me hizo tan feliz en aquel momento, entonces encontraré la felicidad verdadera. 


Días y noches me convenzo de que solo encontrar y revivir ese momento valdrá para sonreír toda mi vida: sonreír como un bebé. 


Lo pienso y lo pienso y por más que le doy vueltas no puedo olvidarlo: ahora estoy segura de que necesito salvar esa parte de algún momento de mi pasado, indispensable para que algún día pueda alcanzar la felicidad. 




Y ahora, ¿qué hago? ¿emprendo una búsqueda histórica de hace más de 17 años? 


Así que mejor me guardo mis cavilaciones y les cuento que en resumen, mi cerebro cree que nunca será feliz.


Pero creo que eso yo lo sabía desde hace 5 años.

domingo, 10 de julio de 2011

Love is all you need.

Nunca fui una de esas niñas educadas para pensar en crecer y casarse. Mi padre prefirió decirme que estudiara porque siempre fue un nerd pero le ganaban sus ganas de tener más dinero del que tuvo de joven. Mi madre no tuvo la oportunidad de estudiar nunca, y odia el tener que casarse por dinero; por lo que el rumbo de mis hermanas y yo era hacia la escuela del lado por donde le vieras. 


Cuando era muy pequeña -justo cuando aprendí a leer a los cinco años- leí el cuento de La Sirenita, original. Antes de eso, yo adoraba la película de disney inspirada en el cuento. A partir de esa edad tuve muchas decepciones: el amor no es como te lo pintan, si amas a alguien es posible que te deje, y si realmente amas a alguien, habrá dolor. 


A partir de entonces, comenzó mi pasión por leer. Leer era mi amor, había finales felices. Mi primera novela trataba sobre cómo alguien se convertía en escritora y al mismo tiempo encontraba al amor de su vida. Quise ser ella. Quise ser escritora.


Pero las cosas se hicieron bastante diferentes con el tiempo. Sencillamente me convertí en una romántica.


No lo creen muchos, y bastante razón tienen. El amor que conozco desde pequeña es ese que no está como en las películas animadas de príncipes. El amor era así, como en los libros; Fulano se enamora de Mengana y Mengana de Sutano y Sutano de Fulano (Ajá, Sutano es gay). 


Pero soy una romántica, porque aún así lo disfruto. Disfruto el amor que en el camino se confunde con dolor. Disfruto de las parejas confundidas, del amor de madre y padre, de los estamosembarazados, de los tríangulos amorosos (¡y hasta cuadrados!), de la homosexualidad.... Todo es amor. Soy racional, porque sé que todas esas situaciones de amor y romance tienen hormonas de por medio (¡Te amo con todo mi hipotálamo!), no importa. Para mi es amor del más bonito. Como quería la naturaleza.


Sin embargo, las bodas no son mis favoritas. Al menos las de la religión. Son unos cultos dedicados a leer palabras de "amor" que vienen en la biblia. ¿Amor? La biblia tiene muchas cosas que no van con la naturaleza. Atenta con nuestros deseos y con el respeto. No digo que toda ella valga pa' pura madre, pero he escuchado lecturas en bodas (católicas) y la mayoría hablan de que las mujeres servimos para acompañar al hombre, que somos parte de él, que debemos entregarnos a él, que somos amas de casa, que debemos ver con los ojos del marido, entre otras tonterías. 


Mis bodas favoritas siempre han sido y serán las del civil. A mi no me vengan con tonterías que dejaron ser costumbres hace bestiunmil años. A mi denme una buena boda civil y me tendrán llorando como nube negra. Por eso nunca he entendido porque ya nadie le da importancia a esas bodas "Ah, si, se casaron por el civil ayer... Pero dicen que la boda en 8 meses, ya se fue a comprar su vestido a PaísSnob, va a ser en IglesiaSnob y van a hacer una super fiestota en SalonSnob, van a tirar la casa por la ventana." Ni siquiera tienen casa ni ventana...


Las bodas civiles son actuales, les recuerdan que se van a unir por amor, y que estarán ligadas sus vidas, sus pertenencias, sus sentimientos, sus problemas, y que se pertenecerán el uno al otro (y viceversa, para ser más claros). Que el motivo de esta unión es para crear individuos preparados para nuestra sociedad (es Guanajuato, tampoco esperaba mucho) y así.


No necesito más, solo unas palabras que nos indiquen que dos personas igual han decidido unirse en honor a su amor. 




¿Qué es más puro que eso? Seguramente una película de disney no. 


Una boda de esas siempre me saca un par de lágrimas, todo es tan... como debería ser. 


La iglesia católica can kiss my ass, yo me quedo con la ley. No siempre funciona, pero suena mejor que los católicos.






PD. Me ha confesado una persona que apostó que yo sería la primera en casarme. ¿¡Yo?! ¿Cuánto apostaron? Dije yo. Contestó que solo era apuesta de palabra. Yo dije que me deseara algo mejor, más chido, ¿casarme? ¿por qué yo?. Yo no quiero casarme. ¿Qué tal si encuentras al amor de tu vida, y pues ya, te casas? Dijo. Yo no le creí. ¿Casarme con el amor de mi vida? Y luego recordé a todas mis heroínas. I'm soooooo fucked up, si voy a terminar como ellas, casándome de repente con el amor de mi vida. 
PD2. Después comprendí la estúpida razón que tenía con su estúpida apuesta. Me quedé callada, enojada, sin comprender la forma en que todos pueden ver la verdad menos yo.

lunes, 27 de junio de 2011

Empieza así:

Yo estaba estupendamente alcoholizada. Machín. De esas veces que estás taaaan a gusto por la cantidad de alcohol en tu cuerpo. Me revolcaba y reía.


De repente, Nico me hizo una propuesta. Creo que no tardó mucho en convencerme, porque yo estaba tan  ebria que todo me parecía bien.


Cuando llegué al pequeño cuarto, me acosté en la camilla. Next thing I know, mi nalga está desnuda y auch, yo pensé que iba a ser diferente.


"Todavía falta" me avisa un tipo con guantes que en mi vida conocía. Digo, "Meh, ya estoy alcoholizada y drogada, ¿qué puede ser peor?" 


Pues lo que veo que sostiene en sus manos. That was IT. Grande, mortal... y azul. Sí, la neta es que era un azul muy bonito. Pero, ¿qué pedo, azul?


"¿Toda, o primero la mitad y luego la otra mitad?" Con semejante cosa, yo creo que mejor mitad y luego la otra mitad. Se lo hago saber, porque como que me empieza a dar la sensación de que esto fue un error.


"No te muevas" me avisa el muy cabrón, que me agarra el tobillo y TÓMALA que la mete completita, el agujón era más largo de lo que pensaba. Y que se me acalambra toda la pierna. Ando bien perdida, pensé, porque nomás siento presión.


Y que empieza entrar el líquido, y la presión era como si me cortaran el pie (sin el dolor, claro). Y veo que se empieza a vaciar y me dan ganas de gritarle que cambié de opinión "¡Métela toda ya, métela toda de una!", pero la saca antes con una expresión bien blanca y vacía. Creep.


Y me dice, "Allí va la otra" y le hago entender que ya la ponga, pero me dice "Pásame el otro pie." No... "Tiene que ser en el otro." Y que lo jala con violencia y me mete...


Y ¡PAZ! que despierto.




Nicolás, por Dios, ¿Qué me estabas inyectando?












Brrr, y que me empiezo a cagar de risa en mi cama por el sueño-albur que tuve.

sábado, 25 de junio de 2011

Doy pena. Ajá.

No me he reportado en los últimos, ¿qué, meses?


Bien, no he dicho nada sobre mi, lo que ya me empieza a preocupar.


Comienzo: me he graduado, soy bachiller...a. Bueno, el femenino de eso.
Y si, me voy a la universidad.


Les pondría el emotivo discurso del adiós, pero en mi cabeza solo dan vueltas cosas tontas... Porque ni me siento triste, ni estoy feliz, ni estoy emocionada ni nada. Me voy sola, me voy.... Y nada, hand me some tequila.


Y lo más deprimente es que doy pena ajena porque dejé de hacer todo: ya no aprendo sobre arte, no he empezado mi diario artístico, es más, ni siquiera he puesto artistas acá... no que lo hayan notado. Dejé de leer.




Lo bonito es que el clima cambia, y ya se fue Colin. Simple y sencillamente no me dan ganas de escribir. Fácil.


Tengo como ese tiempo muerto dentro de mi. Tengo cosas qué hacer, solo no quiero hacer nada. Bueno, sí. Quiero dormir. Es más, ya me voy a dormir.






No me pregunten, yo.... no sé. Nada. 










Feliz adultez, andhii.

lunes, 13 de junio de 2011

Incertidumbre

A veces se siente como cuando caminas en la arena. Te quitas los zapatos, las sandalias, porque no puede caminar bien, con naturalidad; como si pertenecieras allí completamente desnudo y natural. Pero hace frío. Corre el viento y hace frío y de repente extrañas no traer pantalones largos. Pero se te sacude al cabello en el aire y te lo llena de pequeños -pequeñitos- granos de arena. El sol se ha escondido, y sabes que está allí porque irradia esa luz blanca que te hace pensar en ese lugar cerrado que te va a dar todo menos libertad y amor, y te sientes atrapado bajo un cielo único e infinito y te desesperas con el peso que te cae en los hombros y miras al suelo con el nudo en la garganta. Buscas conchas únicas en la arena.


Te desvives corriendo por la costa, porque DEBES encontrar esa concha. Y te da sed y te da hambre. Y comes y bebes. Y miras todas las plantas que te rodean, y tratas de no pisar al pobre cangrejo que es feliz feliz. 
Respiras hondo para que se te olvide el llanto, la tristeza, las cosas diferentes, lo que debes hacer, lo que quieres... Respiras hondo y cierras los ojos y levantas la frente al cielo y das vueltas y vueltas con los brazos abiertos porque, no sé, quizá, la arena se vuelva cielo y te caigas al infinito que parece llamarte con todas sus voces mudas. Pero no vuelas y no hay cielo y las voces siguen sin callarse, mudas.


Ecos en tu corazón. En el alma.


Y al final de todo, la costa, ese pedazo de vida bella y de vida que parece eterna... Te despide, y te pide que regreses. "Te amo" te dice, pero te devorará en el momento perfecto. Eres suya, te reclama. Eres suya.

jueves, 9 de junio de 2011

Maldita ociosidad

Ustedes no sabían, hasta este infame post, lo que puede hacer en mi la ociosidad. Ahora, por andar de señorita-sin-nada-qué-hacer, les puedo mostrar el anuncio de telcel en youtube en un video de promoción:





¿Y a mi qué chingados, dirán? Y se pondrán a ver otras cosas que no les importan... Pues esto:








¡Contidad! El dios de los errores de dedo debe estar decepcionado, no sólo escribieron mal, sino que la A está muy lejos de la O; y eso creo que ni dislexia, eh...


Con eso deduzco que es culpa de telcel de que estemos pendejos, maldito Slim, nos controla con sus ondas electromagneticas de la radio y la televisión, medios de comunicación masiva, 1930 y 1931, respectivamente. Right, comunicaciones no es lo mio.




Ah si, también ya vieron mis conversaciones con Kabán y con @Marzuuz


Y mi tuiters abierto, con un tuit nuevo, ajá.


Y el escritorio de blogger, ajá.


Bueno, soy la reina de no estudiar para los exámenes semestrales, no me molesten. 








En fin.... me quedé escuchando a los Master Plus... "Machíiiiin, siiii, simóoon...." Ya, ya, es que una necesita reírse de las babosadas de la gente. 




Así que vuelvan, necesitan estudiar... o hacer algo productivo. O lo que sea.

sábado, 28 de mayo de 2011

Sencillamente

"¿Qué es lo que más te gusta del cielo?... ¿El Sol, la Luna, las estrellas, las nubes, la lluvia, el color...?"


"El Sol... y las estrellas. Y las nubes. Y los pájaros. Y las flores..."


"Hey, las flores no son parte del cielo."


"Y las mariposas..."








La belleza. Tu sol. Tu recuerdo.


¿Qué es lo que más me gusta del cielo?
Que me recuerda a tus palabras. Eso.




Y nada más...

sábado, 21 de mayo de 2011

Esa

"Sé que parece que estamos un poco apretados, pero este es uno de los mejores hospitales del país, señor Presidente." Dijo el médico. El presidente le seguía detrás, sonriendo diplomaticamente. Flashes de cámaras salían de algún lugar donde se escondían reporteros, y detrás de las estaciones de enfermeras, donde las empleadas tomaban fotos con cámaras desechables. El presidente odiaba esas partes de su trabajo, visitar lugares apestosos para no tener que darles dinero.


Se refería a "apretados" porque en esa sala se hacían todas las actividades: comer en un extremo donde había varias sillas y bancas, trabajar allí mismo en el taller donde hacían llaveros y recuerdos para vender, actividades para el tiempo libre en el sitio vacío que había al fondo, ver la televisión... El lugar, pues, siempre estaba lleno de pacientes, pues no estaba permitido estar en los dormitorios durante la mayor parte del día. De ese salón, se iba al dormitorio general, los cuartos, el baño, la cocina y al jardín.


Una risa histérica interrumpió en la plática de todos. Germán, el paciente de la cama 13, fue callado por una enfermera joven que estaba cerca. Siempre se reía histéricamente. 
Un agente de seguridad le preguntó al médico al oído "¿Seguro que son los pacientes menos violentos?" El médico le contestó que todo estaba bien. Se habían preparado por un buen tiempo.


La visita del presidente era muy importante.


"Hola, señor presidente."


Todos voltearon para ver a la nueva llegada. Era una dulce joven, con bella cara y ojos hermosos. Su cabello negro -aún sin peinar- era precioso. Enmarcaba su cara a la perfección. Todo lo demás en su ser irradiaba ternura. Nadie hubiese pensado que era una paciente a la que miraban.


Sin embargo, el público (los médicos y las enfermeras) -incluyendo al presidente- se sintieron sobresaltados. Sorpresa.


"Que bien, nos honra con su visita." prosiguió la joven.


"Alicia..." interrumpió nervioso el médico, con el nombre de la joven. Alicia.


El presidente, sin embargo, tiró por su diplomacia y saludó efusivamente a la recién llegada, Alicia. Sonreía, su único deber era quedar bien y que la prensa se lo creyera. Poco faltaba para que terminara su visita y pudiera irse de ese lugar que apestaba a suciedad humana. No quiso tocar a la joven, no se veía sano.
Los agentes de seguridad seguían viendo a la joven, tenía una cara dulce, dulce; su voz era un poco más fuerte, agresiva, pero de igual tono, de fémina.
Eran aprehensivos.


"¿Qué le vino a traer a este manicomio? ¿Soledad, estupidez o pura falta de sentido común?" Dijo con una sonrisa inocente. Alicia. El doctor se tapo la cara. 


"Amor. O soledad, creo." Bromeó el presidente. Para él, esto era simple protocolo, platicar con gente del pueblo, hacerse el popular del pueblo. Hacerles olvidar que ha matado. 


Alicia sonrió. Se relamió los labios. Carajo- pensó Gustavo, el médico psiquiatra. Una vez que le sigues el juego a Alicia...


"Para mi que es pura falta de sentido común, porque amor nunca tuvo y la soledad le viene a usted como el aire. Falta de sentido común porque usted pertenece a acá. Nosotros, pobres." Oraba Alicia, con cierta facilidad. "Pero de pobre no tiene nada, ¿verdad? ¿Cómo estuvo su largo viaje en su acojinado auto limousine?"


"Suficiente Alicia." aprehendió el doctor Gustavo. Pero por dentro, los nervios le recordaban que estaban perdidos. Había comenzado de nuevo. Sintió la tensión entre los tres hombres de seguridad.


"Pues, señorita Alicia, viajé en avión, pero me fue muy bien, gracias." Dijo el presidente con una sonrisa de espejo.


"Ese avión debió caer con usted dentro. Hubo una gran equivocación desde hace mucho, todos los accidentes y oportunidades que usted tuvo de evitarme este penoso momento de verle la cara muerta de asco debieron matarle y quiero arreglar eso."


Los de seguridad se pusieron en acción cuando los otros pacientes, los que generalmente causaban problemas por ser verdaderos locos sin vida real, los que eran inútiles, se empezaron a cerrar cada vez más. Se empezaron a cerrar sobre el presidente. Gustavo dió un paso adelante, con Alicia. El verdadero peligro, nadie más.


"Como usted se gasta las gasolinas de todos, nosotros nos congelamos cada lluvia; cuando usted se pone sus borracheras, nosotros nos comemos las piedras para evitar enanición; usted se cacha dinero y nosotros pudriéndonos. De pobreza y de soledad." Decía elocuente, y sacaba una navajilla larga, delgada, filosa... de las que jamás debieron entrar en ese lugar. "Qué cabroncito, mira."


"ALICIA. Silencio. Deja de decir tonterías y dame ese cuchillo." Pero el médico sabía que estas palabras solo eran para iniciar, porque para Alicia, no significarían nada.


"Tú quítate, Tavo. Acá lo hacemos solos, ¿no es lo que querías? ¿que hicieran algo solos?"


Gustavo se dirigió a los demás: "Si alguien más da un paso, los caballeros aquí presentes van a disparar con las armas que traen allí a todos ustedes. Sin contar a nosotros, que ya saben lo que hacemos. Atrévanse, ¿cuántos de ustedes tienen un cuchillo en la mano?"
Con el presidente allí, nadie podía arriesgarse a jugar con las capacidades de los pacientes con las simples manos. El médico sabía que Alicia llegaría hasta donde fuera para lograr lo que quería, y ahora tenía ayuda.
Varios de los pacientes se empezaron a retirar de nuevo, le tenían miedo a eso, a morir. Varias simplemente huyeron. Alicia se quedaba sin flancos.


"¿Qué te propones? ¿Salvar al mundo de un cataclismo? Dame el cuchillo Alicia, no sabes qué vas a hacer después de amenazarnos con él."


"Silencio Gustavo. Tú también quieres ver a este bastardo sin sangre en el cerebro. Ayúdame a que los pendejetes que lo rodean se quiten del camino."


"La que se quita eres tú. Y ahora. Vete tú también Mario, Irma. Se van despacito y directo con la enfermera. Alicia, no vas a hacer nada. Es un problema, realmente no quieres matar a nadie, me vas a dar el cuchillo y te vas a ir a sentar." Los otros pacientes retrocedieron más, otros más huyeron. Los más puestos dudaron, perdieron distancia. Se fueron. Alicia no se dió cuenta de que estaba sola. Sola de nuevo.


"Deje de jugar doctor." Le dijo uno de seguridad, ambos se preparaban para atacar.


"No estés chingando, Gustav. Tú bien sabes que es lo que todos quieren. A este idiota ni su madre lo quiere. ¿Cuándo lo ha llamado alguien con amor, señor? A usted lo que le hace falta es la muerte. Ya vivió demasiado, jodiéndonos a nosotros. A su alma le hace falta aire. Libertad. A nosotros también. Gus, hazte a un lado y déjame."


"No. Dame la daga en este mismo momento."


"No, pero ya. Basta de juegos y quítate. Este tipo ya nos hizo sufrir bastante. ¿Qué quiere, que le llore? Usted no llora señor presidente. No le voy a regalar lágrimas que usted no tiene. A usted, lo que le sobra es poder y sangre. Y ahora mismo le quito las dos."


"Creí que esto de intentar matar a los demás ya había pasado de moda." Continuó el médico. Alicia no tenía oportunidad, el plan que había trazado estaba basado en la ayuda de los demás. Gustavo recordó la primera lección del director de psiquiatría: No confiar en los locos. Así que tomó un paso adelante. "La moda te queda, Alicia. Tienes una bella cara, pero así, enojada... No, no. Devuélvete, da pena..." Gustavo seguía avanzando.
Alicia se congeló, no se movía más. Seguía en su posición, no se iba a detener pero se sentía confundida porque Gustavo se acercaba sin importarle nada.


Gustavo se acercó hasta poder tocar a Alicia. Alicia forcejeó muy tarde, le quitaron con violencia el cuchillo. Los de seguridad lo tomaron y guardaron quién sabe donde.


Alicia siguió luchando contra Gustavo, no iba a darse por vencida. Sin embargo, comenzaba a sentir pinchazos en el brazo y corriendo por su costado. Perdía las fuerzas. Su ira, su momento, se congelaba en sus músculos en dolorosos pasmos inmovilizadores. 


"Gustavo, tú me lo prometiste." Le murmuró al cuello del médico mientras se abrazaba -aferraba- con sus pocas fuerzas.


"Intentaste matar al presidente. Al importante, del país. Carajo, Alicia. Carajo." 


"No me quiero dormir. Quiero que desaparezca, Gustavo. Tú también querías. ¿Te acuerdas? Tú también querías..."


"Me estás matando a mi. Si lo matas a él, me matas a mi; eres una obstinada. No matas, Alicia. No quieres, no lo volverás a hacer. Dime que no lo volverás a hacer porque ya me lo habías prometido muchas veces. Yo siempre te lo creo."


"Ya no lo vuelvo a hacer, perdóname, no me van a llevar a donde mismo otra vez. ¿No lo harán?" Sonó su última frase, como pregunta. Pero no sentía los pies y otras personas la asían y se la llevaban.


"Si. Otra vez..." La miró desaparecer en el pasillo que llevaba a las habitaciones particulares.






"Es usted un pendejo, dejar así... El peligro. Es un pendejo y se van a tomar medidas doctor. Usted no se lo va a ver venir." Le amenazaban los guardias.


"La puta esa decía que también quería al señor presidente muerto. A mi que usted anduvo con sus pinches jueguitos en la mente de sus pacientes y órale, que un montón de pinches locos matan al presidente. Revolucionario joto pendejo."


"¿Qué hacía esa mujer suelta, así, pinche loca matando a quien se le pegue la gana? ¿En qué piensa, imbécil?"


"Era mi mujer. Lo es." Les contestó Gustavo, mirando a la esquina de la pared.









jueves, 19 de mayo de 2011

21

Yo no tengo idea ni me imagino si esto es en todos lados, solo en Guanajuato, o solo en mi pueblito fresero y cucho. 


En fin, que hoy me dice Pollo que tiene uno de esos boletitos de camión que suman 21. 


Me dijo que lo tenía por que según había escuchado él, daban suerte.


Siendo Pollo, le tuve que rectificar todo:


"No se supone que te den suerte, se supone que lo puedes cobrar por un beso con cualquiera, preferentemente arriba del camión. Le das el boleto, ella o él está obligada a darte un beso."


Su cara se encendió porque, vamos, es Pollo. Le urge.


Esto siempre me ha confundido: ¿No era 27? ¿23? ¿Debe ser sobre el camión o puede ser donde sea? ¿Funciona también con los del metro? ¿Los del metro tienen numeritos? ¿Y si es un boleto de autobus? ¿Si llego a 19, aunque mal cuente, no me gano mínimo un abrazo? ¿Qué te dirá un tipo si llegas y le pides un beso por tu 21? ¿Si te lo piden a ti, darías el beso? 


Cuando le repetí esto a Kabán y me fui al mismo tren de pensamiento anterior,  solo alcancé a escuchar: "No, eso es un faje."


"Pensé que eso era con el 69." Le contesté.


Después de las miradas sucias - a las que ya me acostumbré - seguí en mis ensoñaciones.


Por alguna extraña razón, espero que esto sea como una regla no escrita en todo México. Incluso en el mundo. 


Un lugar muy lindo donde puedas ir por la vida besando a la gente porque una serie de números decidió sumar 21.


Algunas personas inteligentes podrían timar a esos sin cerebro, digo, hoy en día casi nadie sabe hacer cuentas sin calculadoras.


Las personas se molestarían - si acaso llegan a darse cuenta - y presentarían cargos de acoso sexual con la policía.


La policía no es eficiente, pero como no quieren más papeles, deciden hacer escrita esa regla: "Nada de intercambiar besos por papelitos con series de números que cumplan 21 en su adición matemática y/o algebraica."


Quizá la ley cree toda una revolución, qué tonterían, cancelar el amor con desinteresados.


Pero el secretario de salud se divertiría repartiendo papeles con eslogans escritos con números queriendo parecer letras, y diciéndo enfermedades de transmisión bucal... ya saben, por compartir saliva. De la boca. Por si me mal entendían.


Después inventarán (o quien sabe) una epidemia y no podremos tocarnos, nadie con nadie. Olvidarán poco a poquito la ley, a nadie le importará.


Se seguirán besando, porque el amor y la calentura son cosas que nunca van a dejar de existir, se nos acaban los humanos. Se escribirán poemas e historias ocultas sobre los antiguos besos de los 21 y los esconderán en cápsulas del tiempo, ladrillos de colores distintivos, entre libros de las bibliotecas que ya nadie visita y algunos más se los llevará la muerte y el viento. La lengua muerta.


Alguien después, un hippie que crea que el amor debe nacer de nuevo, irá en busca de la verdad de la vida.


Encontrará archivos perdidos y leerá los cuentos y poemas olvidados.


Subirá al transporte público en turno y se sentará a un lado de una mujer. U hombre.


Le contará una historia fantástica de como nosotros solíamos intercambiarnos papelitos cuando existía el verdadero amor a primera vista, y se daban besos con desconocidos del transporte público.


Le sacará una sonrisa (o un golpe) y quizá...






Bueno, tal vez le cumplan su deseo a Pollo.








Y bueno, en otros cuentos, mi número favorito es el 22.














PD. Siguiente post: cuento malito por ocasión de... adivinen, pues. Quizá se publique el 21. Ya saben.... por los besos y eso.